lunes, 10 de septiembre de 2007

Montreal. 31-08-07.

Estoy aquí.
Esa chispa divina luce adentro.
Se encuentran mis sentidos en posesión de mí.
Mi se encuentra iracundo, y sólo yo vive por encima de mí.
El todo son infinitud de campanas deslumbrantes
que poseen mi visión.
Yo soy desapareciendo.
Mi yo molecular se integra con un todo distinto,
pero compuesto de los mismos árboles,
las mismas ardillas, las mimas bicicletas.
Las personas son el todo y el nada, y el vacío externo y plenitud de las llamas del interior.
Los abejorros pensamientos son lobos e higueras fecundas,
el verde lustroso se luce a sí, se versa y me deja versarlo
y lo inverso es verso, el ver sólo verse
en entidad suprema que irradia metáforas,
en gotitas por la baranda
en conjunto de ellas que forman estanque,
en niño que lo apedrea constante con ramitas,
Que su perro recoge digno a traerlas de vuelta.

El miedo quizá aguarde emboscarme
enterrado paciente en el futuro
Hoy me ha dejado solo con Dios.

Carente de responsabilidades reales,
sólo con sentidos despiertos de niño,
que palpan realidad y tocan certezas
encumbrando en las alturas:

No sabría responder ahora,
no sabría formular pregunta,
no sabría saber,
sabed que el sabor del saber es
para sólo mirar.
Y eso es el silencio de la apagada sonoridad de esta ciudad.

Las calles son Bretaña y la periferia Edimburgo,
Y mi paso permiten sonriéndome edificios,
bon jour formulándome los bancos
y aceras de miles de kilómetros,
atraviesan porciones de mar grandes como ensueños.

Los puñales gentiles del ánimo,
adonde pretenden guiarme,
para después surcar mi pecho, mi garganta…
Apagar mi voz igual que a la llama de una vela.
Quedarme en la oscuridad.

Ayer un canto familiar surcó un parque y atracó en mi alma,
me guié por él, y hablé con aquel señor que dejaba sus dedos
buscar solos a Dios entre el blanco y negro de las teclas,
y entonaba Hare Krishna apagadamente despierto.
El domingo comeré y cantaré con Krishna.

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