domingo, 30 de septiembre de 2007

Al fin por fin el fin de los principios

El jueves pasado fui a mi primera jam session irish music. Bien, fue bien. Mucha gente. Un irlandés grande y con gorra de capitán fue muy amable conmigo, me habló mucho, y me enteré de la mitad. Yo asentía sin parar, y sonreía, y sólo cuando se me quedaba mirando –pudiendo yo deducir que aguardaba una respuesta ante una pregunta formulada- pasaba al plan b: “sorry, can you repeat it please, slowly, slowly, please”. Aquel tipo cantaba muy bien, y tocaba la flauta de un modo original, rompiendo un poco con el estilo más tradicional… Aquel hombre, tras la sesión, me presentó a todos, y no recuerdo ni un solo nombre, pero bueno. Mucha gente mayor, la mitad irlandeses, la otra mitad segunda generación de irlandeses en Canadá. Cuando enfundaba la guitarra, presto a marchar, un tipo –de unos cincuenta- que tocaba una mandolina con caja y mástil de banjo me asaltó con algo de urgencia. No quería dejarme marchar sin invitarme a otra sesión el Sunday por la noche. Me dijo que sería con gente diferente, menos y más jóvenes, yop, que he venido a esto, le di mi mail encantado, y me prometió que me escribiría para darme la dirección correcta. El Sunday, ese día tan principal, tan apuntado por tantas culturas, Sun Sun Sun, Sandy, como el postre del Mac, San Dy, Sant Dry, el santo seco (¿), Sun sUn suN, como la canción de los beatles, Sun sunny, calor, otoño, primavera, S, S, day, day, sa, day, turbado yo entre mis pensamientos, turbo, corvo, Satur, Satur, ah, les dije a mis amigas, el SATURDAY hay otra sesión. Así que se dispuso no quedar tal día, pues ya me habían acompañado a esta última, así el sábado por la tarde cada cual por su lao. Pasé todo el sábado leyendo, viendo 1492 la conquista, y parte de Die Hard 4 en inglés –no me enteré de mucho, aunque en estas pelis eso da igual-, y preparándome para la sesión. Al fin vi el mail de este buen hombre banjomandólico, y me dijo que sería en tal dirección a las 9 pm. Ah, qué bien. Ocurrióseme preguntarle si la sesión era every saturdays, y menos mal que el tipo me contestó al momento, y antes de marchar a la misma se me ocurrió have a look el correo, y ¡zas! Me contesta: sundays, no Saturdays. Yes, every. Coño! Menos mal, el sitio está como a 30 minutos en bici… Buf… Bueno, pues nada, a seguir leyendo.
Hoy, Domingo, he ido a la sesión, en mi bici nueva que no cambia la marcha de adelante, ni frena uno de los frenos, pero me la han regalado con cariño y bondad, y me emociono de que gente que no te conoce de nada tenga estos gestos… GRACIAS AMELIE! –se llama así-.
He llegado a la sesión, y un tipo muy majete que venía caminando me ha preguntado: “burubaba burubaba sesion?”
Y le he contestado, “Yes, I’ve come to play… It’s posible”.
“Oh yeah”, contestó él.
“Do you play something?”, yo le pregunté.
“Yeah, flute”.
“Oh, I play guitar”, apunté con tino.
“I know”, rió él, “I see”, -la guitarra abulta lo suyo.
Todo esto mientras intentaba yo sustraer el sillín de mi nueva bici, bien amarrada a una farola.
“Do you think that someone can steal this?” –Alguien sabe cómo se dice sillín? Sí? Y por qué no estabas allí!”
“Oh, I buru buru buru buru I don’t think so?”
“Ah, you don’t think so? It’s ok. Go”.
Y a tocar.

Ha sido genial! Muy poca gente, todos chavales, y tocando de vicio! Mi única pega es que a la mitad otro guitarrista llegó… Tocaba muy bien, y era ciertamente simpático… Pero claro, no mola tocar dos guitarras, y fastidiar al buen hombre el rollo… Así que saqué el bisle, y ala. Me ha servido para darme cuenta de lo abandonada que tengo la flauta, la cantidad de temas que debo aprender aún, y tal y cual y pascual.
Los tipos muy majos. Más o menos me he enterado de lo que me han dicho, salvo en una ocasión, el primer tipo, el que me habló en la puerta, que toqué un tema de Lúnasa –grupo del que se manifestó devoto-, y me dijo:
“Buru buru buru buru”.
Y yo le dije, “eh… Sorry?”
“Buru buru buru buru”, repitió.
“Eh… Sorry, I can not undestand you”.
“Eh…” dijo él, sonriéndo colorau.
“Que ya sabe de donde lo has sacado”, me tradujo una mujer muy simpática que por allí moraba –violinista también, y enamorada de Galicia.

Bueno, y así llegó a buen término la sesión. Ya cuando nos íbamos les pregunté que cómo solían venir (pues el sitio está realmente lejos del centro), y me dijeron que buru buru buru en coche. Y dije yo, “ah, y en invierno cómo debo venir, pues en bici mu mal, no?”, pero en inglés. Y me dijeron que no bus here, pero que un poco más lejos no sé qué, y tal y cual. Así que dije, “Ah, no problem, I’ll buy a… Wait a moment”, les digo, y me lanzo contra el diccionario. Quedaron en silencio, mirándome. Y de pronto digo “¡sledge!” Y todos se quedan mirándome como al principio, sólo les faltó decir salud, hombre, y darme unas palmaditas en la espalda… Hasta que uno dice, “Ah, dog seldge!”, pero no así, algo así como “dog slaeiye”, pero mu rápido. Y al fin todos se rieron… Y una flautista, mu maja también, me dijo que no dijera “ch” al final de la palabra, sino algo así como “y”. En fin, todo muy bien. Mu contento. Pienso volver el próximo Sunday, “Ah, no, no next Sunday, it’s giving thanks, y hay que comer el turkish”, en fin, el pavo y esas cosas de Acción de Gracias que celebran por aquí… Pero volveré a la próxima.

Bueno, c’est tout. Bonne nuit.

jueves, 27 de septiembre de 2007

No, no nos podran paraR.

Me había prometido a mí mismo no escribir en el blog hasta no verme instalado en un sitio al fin, y tener mi propia conexión a Internet. La idea de escribir larga y cotidianamente en los ordenadores de la universidad hacía aguas en el mar de mi ánimo, pues aquellos son de teclas extrañas, sin mi querida Ñ (aycuantolaquiero), y con las interrogaciones, guiones, puntos, en otros sitios ocultos, por ahí a cubierto de mis dedos y necesidades, y al fin cuando daba con ellos, bailaban al refugio de otras teclas y otras combinaciones distintas, y se cerraba el grifo de la prosa, y así no hay quien trabaje.

Ah, amigos, tanto que contar… Mañana hace un mes que partí de la mamá España, y, caramba, cuanto la odiaba allí viviendo, qué mal me caían los políticos y sus discordias constantes, que poco aprecio a los sistemas educativos, qué asco los coches, el gris, los humores que exhalaba el metro entre el alcantarillado –de paso combinándose con los humos de las heces madrileñas-, que miedo las calles por las noches, qué frío, qué calor, cuánta obra, cuánto Gallardo obrero en ciernes de alzar los suelos, cuanto ruido, cuantas nueces, cuanto alquitrán, cuanto asfalto, cuánto as, cuánto falto de tó qué estaba tó… Ay, y cuánto te añoro, Madrid…

Canadá es genial –para los canadienses, y no para todos-. (je).

Durante la primera semana me hospedé en un Hostel llamado The Jail –no en vano fue una cárcel varios cientos de años, y sólo 30 que alberga a elementos como yo-. Mantiene la decoración carcelaria, los habitáculos son celdas, las puertas barrotes, los barros garrotes, y catarros de bote (no sé a qué mí última frase).
En mi segundo día allí, un tipo que allí trabaja regalome una bicicleta, pues le expliqué que me mudaba a Gatineau (consulten ustedes los mapas del google), y el hombre me dijo que tenía una bici en desuso, y que para mí, así los cuarenta y cinco minutos de caminata quedarían no más restados a diez –ustedes perdonen, pero el grueso de mis amigos canadienses se reparten la nacionalidad entre hispanos y franceses no más. Todos geniales sin excepción-. Así acepté la bici.
En mi primer día de bici, sólo me limité a amarrarla con una cadenita recién adquirida –no sin dificultad, pues aún no conocía la ciudad, ni las tiendas, ni los precios baratos, ni los idiomas-. Así la dejé ahí amarradita, y marché a la fiesta de unos compadres franceses que inauguraban piso –esa sería mi primera noche en mi nueva casa en Gatineau, a mis tres cuartos de hora a pie, mis diez en bici-. ¿Pensar en que me robaran la bici? No, hombre, cómo podrían estos cabezas partidas –término evocado por el diseño con que los creadores de Soth Park tuvieron a bien ilustrarnos-; así, con mi querido Michael Moore nadando apacible en el mar de mi cabeza, anduvime hacia la fiesta afrancesada –que de afrancesada nada-. Genial fiesta, de por cierto.
El siguiente párrafo comenzará con el título que aquella noche pensé que pondría a este episodio cuando lo colgara del blog:

ME CAGO EN MICHAEL MOORE.

Un día. Un día, mis queridos amigos. En este país donde la gente duerme con la puerta abierta. Donde en Toronto sólo se ha producido una muerte con arma de fuego en los últimos tropecientos años, y fue de mano y gatillo de un americano huido de la justicia. Un día, y parte de su noche, y, zas, toma, anda, mira, oye, dice, coge, agarra, pilla, como si dijéramos, que fuéramos a decir, que no hemos dicho nada: me robaron la bici, a fuerza de tenaza.

Así es que voy y vengo cada día a Ottawa desde aquí (mis dos horitas mínimas de marcha no me las quita ni el tato); claro que hay autobuses, pero son caros, carísimos. Los tomo de vez en vez, pero la verdad es que se me antoja gustoso pasear por estos lugares, en este momento del año, que hace un calor parece que desconocido por esta gente… Mas en breve habrá unos cuantos centímetros de nieve –por lo menos o más-, y habrá que autobusear…

Pero esto es Canadá, y soy estudiante de intercambio, y en tan poco tiempo conozco casi tanta gente como conozco en Madrid, y debo decir, que, jo, por ahí gente que no tiene de mí más referencia que una cerveza en un bar, y un idioma mal hablado, y un chiste medio chapurreado y gesticulado, y, puf, una muchacha me regaló su bici hace un par de días. Pero también me ha puesto en contacto con un tipo genial –papá francés, mamá japonesa, criado en Los Ángeles, parlante de 6 lenguas, 24 añitos, Ninja, surfer, skater, patinador sobre hielo, un par de años por varios países de Sudamérica, entre otras cosas, de ilegal en Urugay, en una ONG cuidadora de tortugas marinas-, y el tipo me ha dicho que me alquila la parte de debajo de su casa por… No sé, cuánto te va bien pagar, pues no sé, tanto, ah, muy bien, y ala, el uno de noviembre me mudo para allá. Una casa genial, un barrio genial –también algo lejos de la uni, pero tendré bici, y más comunicación…-.



Bueno, chicos, varias cosas más, que ya iré contando.

Un beso a todos.

Espero que todo bien.

Comuníquense no más por mi mail, y yo les responderé en individualidad.

Seguiré escribiendo con algo más de regularidad.

Ustedes miren el blog como les venga en gana, en verdad escribo para mí, que se me olvidan las cosas!

Chauchau.

viernes, 14 de septiembre de 2007

THE JAiL. 10.09.07.

Sólo entre columnas.
Quizá una respiración tras una de ellas.
Mis dedos, mi posarse, mis conocidos, mi recuerdo.
Pienso, y no existo, y no pienso, y existo porque no pienso.

Quiero escribir de secretos. Pero aguardo.
Quiero ser de la prudencia hermano,
quiero sentir el hinojo del alma.

Tengo sueño. Estoy de cuerpo gastado,
estoy de pensamientos muerto.
Estoy entre recuerdos enterrado.

La vida quiere abrirse paso entre el gris de esta ciudad,
entre las columnas y barrotes que cruzan esta cárcel,
entre la gente que habla sola a sus eternos compañeros,
a esos compañeros que son fruto de la locura
quiero cantar.

A vosotros, que vivís tras el igual de la suma,
tras la matemática operada de la lógica,
de la naturaleza violada,

A vosotros, locos, enfermos, de las calles
que sois sólo fruto del vientre materno del humano
voraz que aquí vino a comerse este valle
regado por lagos gigantes y helados.

A vosotros, hijos de los hijos de los hijos de eropeos
de sangre teñida la mente,
civilizadas sus almas de metal y de piedra, y de yeso y ladrillo y cristal
y relojes y balas y sombrero y caminos férreos
con que a poco fueron violándote
Canadá,
y que luego enterraron su propio doble camino férreo,
bajo esta pequeña masa gris de roca que se deshace
con la sal de las lágrimas que brotan al verla…

Con un puñado sensible de catedrales,
que viven nuevas, límpidas, cubiertas con pátina invisible,
por la que resbalar quiere el polvo de los años.

Nuevo, todo nuevo: Capital.

Muerto, todo muerto,
capital te mueves violando ahora el tiempo,
y todos tus pequeños, locos de hambre de verdad,
lanzan sus gritos a sus amigos invisibles,
que habrán de multiplicarlos por cuarenta.

lunes, 10 de septiembre de 2007

Montreal. 31-08-07.

Estoy aquí.
Esa chispa divina luce adentro.
Se encuentran mis sentidos en posesión de mí.
Mi se encuentra iracundo, y sólo yo vive por encima de mí.
El todo son infinitud de campanas deslumbrantes
que poseen mi visión.
Yo soy desapareciendo.
Mi yo molecular se integra con un todo distinto,
pero compuesto de los mismos árboles,
las mismas ardillas, las mimas bicicletas.
Las personas son el todo y el nada, y el vacío externo y plenitud de las llamas del interior.
Los abejorros pensamientos son lobos e higueras fecundas,
el verde lustroso se luce a sí, se versa y me deja versarlo
y lo inverso es verso, el ver sólo verse
en entidad suprema que irradia metáforas,
en gotitas por la baranda
en conjunto de ellas que forman estanque,
en niño que lo apedrea constante con ramitas,
Que su perro recoge digno a traerlas de vuelta.

El miedo quizá aguarde emboscarme
enterrado paciente en el futuro
Hoy me ha dejado solo con Dios.

Carente de responsabilidades reales,
sólo con sentidos despiertos de niño,
que palpan realidad y tocan certezas
encumbrando en las alturas:

No sabría responder ahora,
no sabría formular pregunta,
no sabría saber,
sabed que el sabor del saber es
para sólo mirar.
Y eso es el silencio de la apagada sonoridad de esta ciudad.

Las calles son Bretaña y la periferia Edimburgo,
Y mi paso permiten sonriéndome edificios,
bon jour formulándome los bancos
y aceras de miles de kilómetros,
atraviesan porciones de mar grandes como ensueños.

Los puñales gentiles del ánimo,
adonde pretenden guiarme,
para después surcar mi pecho, mi garganta…
Apagar mi voz igual que a la llama de una vela.
Quedarme en la oscuridad.

Ayer un canto familiar surcó un parque y atracó en mi alma,
me guié por él, y hablé con aquel señor que dejaba sus dedos
buscar solos a Dios entre el blanco y negro de las teclas,
y entonaba Hare Krishna apagadamente despierto.
El domingo comeré y cantaré con Krishna.

viernes, 7 de septiembre de 2007

Filadelfia-aeropuerto

Todos los seres comemos por el mismo sitio.
Todos los seres respiramos por el mismo sitio.
Todos los seres miramos por el mismo sitio.
Todos los seres ardemos adentro.
Estoy en Filadelfia. Un señor de uniforme, de piel negra, con bigote, con gorra, come en la mesa de al lado, y come igual que yo.
Estoy en el aeropuerto. Tengo miedo.
El señor mira a los paseantes pasar por el pasillo de las puertas de embarque, se distrae mientras mastica y limpia sus manos con una servilleta. Mira, se limpia, mastica, igual que lo hago yo.
Me da miedo porque hablan raro. No hablan igual que yo. Pero la gente se dice cosas, se sonríen se ríen se sonrojan, descansan las conversaciones, hacen tiempo, se entristecen, así hablo yo.
Los códigos del lenguaje. Tan distintos sonidos, son como piedras de distinto mineral, de distintos grosores, colores, densidades, pero todas caen al mismo agua, todas hacen las mismas hondas. Somos códigos y somos también mucho más, pero podemos serlo sólo, pero podemos dejar de serlo. Es todo tan rico. Es todo tan humilde. Me entristezco.
El señor se va con su gorra y mordiendo un palillo. Muerde el palillo igual que lo hago yo. Entonces me siento tan cercano ahora a la gente. Ahora que las piedras del habla sean otras no me importa. De pronto tendré problemas en mi embarque, la señorita me dirá algo que yo no entenderé, y la distancia volverá a ser tan abismal. Tan ancho el camino que nos separa a los seres. Yo de pronto en mi extremo, junto con otro tanto de seres que lanzan piedritas iguales a las mías sobre el agua, y las hondas parecen invisibles. Y Del otro lado esta gente que me rodea ahora. Ahora yo tan solo. Las piedritas del lenguaje, las piedritas del alma, que no son y no han de ser, sino vibrar solo las hondas en lo hondo de nosotros. Los seres, tantos, tan lejos tú de mí y siendo uno.